Archivos del mes: 30 agosto 2013

Una vuelta a casa

FamiliaHace dos semanas que no he escrito nada en el blog. Es la primera vez en dos años que me salto mi costumbre de publicar mis reflexiones. No se me olvidó, he sido muy consciente y me ha dolido no hacerlo, pero ha sido porque me he dedicado los últimos ocho días a disfrutar de mi familia, que ha venido a visitarme. Mis padres y mi hermano. Después de pasar nueve meses sin verlos.

Podemos decir que he vuelto a casa.

El reencuentro en el aeropuerto fue entrañable. Afectuoso, aunque no demasiado peliculero como estaban esperando mis tías y mis primas que seguían el viaje a tiempo real por whatsapp. Compartir estos días nos ha enriquecido y yo sentía una sensación de normalidad en cada momento. Era como la continuación de nuestras vidas cuando yo estaba allí.

Para ellos, además, ha sido un viaje estimulante, un descubrir nuevos paisajes. Han tenido la oportunidad de saber cómo vivo. Han comprobado que no decía lo bien que me siento aquí para que estuvieran tranquilos, sino que es cierto. Han conocido a mis amigos, mi casa, mis rutinas. Y tanto les ha gustado (a pesar del calor infernal) que a mi hermano se le ha pasado por la cabeza buscar un trabajo aquí. Y mi madre no ha tratado de hacerle desistir. No creo que decida mudarse, pero todo se verá…

Estuvimos en el desierto y dormimos en haimas. El campamento fue nuestro hogar por una noche y las dunas un paisaje impresionante. Relataré la experiencia y las impresiones en una de las próximas entradas.

Y sí, respondiendo a las dudas que tenía sobre dónde está mi hogar, mi hogar está allá donde se encuentre mi familia. Y sigue existiendo a pesar de la distancia, porque lo que separa a las personas no son los kilómetros. De hecho, durante todo este tiempo me he sentido muy ligada a ellos y la comunicación ha sido muy fluida. Doy gracias a las tecnologías de la información y la comunicación cada día por esto.

Hoy me he levantado con una sensación extraña. Es como que todavía tengo que asimilar esta visita, este regalo. Y, por otra parte, mi subconsciente está poniendo orden a lo que ahora mismo significa mi vida. Ya han transcurrido nueve meses desde que llegué. Mis días en Oriente Medio, mi trabajo en la oficina, las personas que he conocido, mi relación con el inglés… Y, como punto más que importante, haber ordenado mis objetivos para el futuro. A corto, medio y largo plazo. Ha sido aquí donde ha dado fruto un trabajo que he realizado durante años. Me había estado buscando. Y por fin –creo- que me he encontrado. No ha sido por estar aquí ni tampoco un manifiesto de caprichos. Ha sido una forma de alinear pasado y futuro y de quedarme en el presente porque, por fin, todo tiene coherencia.

Ahora puedo darme cuenta de que todos los talleres que realicé los últimos años, los cursos, los cafés con personas tan importantes para mí, las lecturas… han dado sus frutos. Siento que realicé un trabajo interno que me llevó a enfrentarme a mis propias sombras. No siempre fue fácil, pero abrí el armario y negocié con viejos fantasmas. Me siento limpia y por eso puedo mirar hacia delante. Resolví mi pasado, escribí mi futuro y me encuentro viviendo mi presente. Un presente maravilloso, cuajado de aventuras, por el que camino bien acompañada. Un presente que no podría ser el que es sin mi familia. Mis padres y mi hermano, a los que siento muy cerca y que por una semana he tenido a mi lado.

Y, de nuevo, me he perdido entre palabras. Creo que no he hablado de arquitectura. Otra vez. Y tampoco sé la conclusión de hoy. Pero voy a ponerme pastelosa y voy a proponer que disfrutemos de nuestra familia. Que aprovechemos los momentos que compartimos con las personas a las que queremos y –además de pastelosa, ñoña- que recordemos que el amor es lo más importante.

Espacios de descanso… ¿espacios de trabajo?

Mi rincónDespués de terminar el Ramadán y haber tenido cuatro días de descanso, regresamos a la normalidad. A toda la normalidad que se puede eperar en mitad de este caluroso verano, con la ciudad vacía y casi todos los compañeros de trabajo de vacaciones, cada uno en su país.

Durante el mes lunar que duró el ayuno mi cuerpo notó una renovación. Era cierto que algunos órganos descansan, que mejora el sistema inmunológico y que la piel muestra un aspecto inmejorable. Por otra parte, también he aprendido que no necesitamos comer tanto para tener energía (aunque sí comer bien). Y ahora procuro vivir con las enseñanzas de esos días de privación y no cometer abusos en el yantar.

Voy a confesar que hubo dos etapas en mi experiencia. La primera, que duró unos quince días y cumplí con alegría el precepto de comer ligero por las noches y de obrar y pensar “bien” todo el tiempo. Pero la segunda parte, además de comer mucho por las noches, no fui un ejemplo de comportamiento. Sin causar grandes males a nadie, pues sí critiqué y tuve pensamientos no tan buenos.

Acabado el mes, tuvimos tres días de celebraciones, que a mí me recordaron mucho a nuestras navidades. Aunque sea agosto. Reunirse con la familia y los amigos, comer e intercambiar regalos es lo más habitual de estos días. Con un matiz amargo para mis amigos, pues lo han celebrado aquí, lejos de casa y de sus familias. Pero con un tono alegre y festivo por disfrutar de estas fechas con quienes sí tienen al lado.

Así que primero tuve la mudanza, luego el Ramadán y después celebramos la ruptura del ayuno (Eid). Y yo había dicho que después de todo esto volvería a estudiar, retomaría el máster on line que estoy cursando. ¿Y dónde hacerlo? Pues tenía dos opciones: el salón, que es un espacio grande y acogedor y casi siempre está vacío. O mi habitación. Que también es espaciosa y agradable. Que me proporciona una atmósfera de tranquilidad y que puedo tener tan desordenada o arreglada como a mí me plazca, pero… pero que es el espacio de descanso.

Y la idea no me atraía. El dormitorio es para dormir, para relajarse. No para trabajar o estudiar. Cuando quisiera descansar vería los apuntes. No me acababa de convencer. ¿Tú qué haces en tu dormitorio? Aparte de sus usos característicos, quiero decir. ¿Trabajas, estudias? ¿Y cómo te resulta la experiencia? Cuando duermes o te tumbas a descansar, ¿desconectas de lo que tienes al alcance de la vista? ¿Interfiere ese trabajo en la calidad de tu sueño?

Yo pienso que es mejor dejar el dormitorio para el descanso, pero he decidido hacer una excepción. Me he comprado un escritorio y una silla. En ikea, que aquí también hay. Y ha sido bastante fácil lo del montaje. Y ahora mi habitación se ha convertido en mi reino. Es un espacio para dormir, pero también para estudiar, para escribir y para navegar por internet. Estoy contenta con mi nuevo rincón, con este sitio que invita al estudio. Y a escribir. ¡Ya no tengo excusa para no estudiar!

¿Estudias habitualmente? ¿En qué lugar de la casa lo haces? ¿Interfiere en las actividades propias de ese espacio? ¿Tienes un despacho dentro de casa? ¿Le das otros usos aparte del suyo? Y por último, ¿estás satisfecho/a compartiendo o separando actividades según la estancia?

Después de la tormenta

tormenta¿Sabes cómo se queda un estudio de arquitectura después de una entrega? Te lo puedes imaginar, ¿verdad? Hojas gigantes, papeles por medio, la mesa hecha un desastre, al igual que el escritorio del ordenador… Estás terminando y no tienes tiempo para pensar en dejarlo todo ordenado. En la Universidad sucedía lo mismo o, incluso, peor.

¿Cómo se queda tu casa o tu lugar de trabajo cuando has estado sometido a la presión de la entrega? Ya fuera un documento o algo elaborado con tus propias manos.

A menudo pasamos por ese estado de estrés positivo en el que nos sumerge una tarea que debe ser completada. Con un poco de suerte, entramos en un estado de fluidez que solo nos deja pensar en lo que tenemos entre manos. Nos olvidamos del resto del mundo. Incluso, nos olvidamos de lo que estamos haciendo y… ¡lo hacemos! Perdemos la noción del tiempo y hasta de nosotros mismos. Y, por fin, terminamos. No sabemos muy bien cómo, pero llegamos a la entrega y concluimos nuestro trabajo de manera satisfactoria.

¿Qué pasa después? Que el nivel de adrenalina empieza a bajar. Que el estrés provocado por la necesidad de terminar la tarea deja de estar presente. Nos relajamos y empezamos a tomar conciencia del cansancio de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Como cuando se acaba una tormenta. Lo que trae la calma es un estado de tranquilidad en el que solemos tomar conciencia de la fatiga y de los estragos que ese trabajo nos ha causado. Es ahora cuando necesitamos un descanso. Un tiempo para recuperarnos. Pues escuchemos a nuestro cuerpo y hagámoslo.

Recuerdo cuando estaba en la Universidad. El día que teníamos un examen no solíamos estudiar para el siguiente. Era para descansar y recuperarnos. Lo necesitábamos.

A veces no podemos parar porque la siguiente tarea no nos lo permite. Y yo creo que pueden darse dos situaciones. Una es que no nos relajemos, continuemos trabajando y tomemos el necesario descanso una vez concluida la última faena. O la otra, que estemos forzando nuestro cuerpo. Y ahí se enciende una luz roja. No siempre lo escuchamos ni le prestamos atención. Muchas veces vamos más allá de lo que es saludable para nosotros. ¿Somos conscientes de ello?

Cuando estamos sometidos a estados emocionales intensos y conseguimos gestionarlos, nos encontramos cansados. A veces, agotados. ¿Nos damos la oportunidad de parar a descansar? ¿Nos mimamos? ¿Nos sentamos a respirar y nos decimos “lo has hecho bien, cariño (yo a mí misma me llamo cariño cuando me hablo), descansa, que has tenido mucho trabajo”?

Todo ese esfuerzo puede significar haber aceptado una situación determinada, tomar una decisión o replantearse la manera de afrontar una cuestión. Quizá has cerrado, por fin, un ciclo. ¡Un verdadero trabajo!

¿Cómo te sientes después de tu tormenta? ¿Te mimas, te premias y te permites tu merecido descanso? ¿Eres consciente de lo que tu cuerpo te pide? ¿Se lo das?

Propongo que nos reparemos y que nos cuidemos cada vez que terminemos una tarea. Intelectual, física o emocional. Especialmente, si era emocional.

Listening to oneself

CamellitosSince I live in this country I have very clear that the best of my work are my companions. I found an amazing human quality. With these people going every day to the office is great. We are building very interesting emotional links and we are constantly learning from each other.

It often happens that a person has a concern with a project and he/she tells it to a colleague. When you expose the question, you listen to yourself and your own conclusion at the end of your explanation. It happened in college and happens in all architectural offices. And in the working groups, belong to the sector that is.

Do you know what I’m talking about? It happens, also, with personal situations. If you don’t know how to deal with a situation, or there is a dilemma that cannot solve, you tell a friend or someone in your family. Although you had already studied it mentally, you had not made the speech as you do for that person understands you. And then, you will hear yourself and you realize you have ordered your thoughts and you already know which path to choose.

Usually the best advice is not advice. To help someone is better listen. And ask questions to reveal all information or feeling. If you have skill, you can introduce some key questions like «what do you do you want?» Or «what if …?»

We cannot decide on the other but we can help you to discover his/her own decision. Technically it is very easy. Just forget yourself and focus all attention on the other person. But you have to make an emotional effort, as we tend to be focused toward ourselves and often costs us really listen to the other.

Giving advice is easy, fast and gives us a false sense of being superheroes. How great I am and what a good friend, daughter or partner, because I gave (my?) solution to this person. And we allow ourselves to think that it’s your best option. »

We can propose, if you like, to hear more and more actively to the people that we love. It will be the best way to help. Let us avoid the advice and ask questions to guide our friend, our son or our partner to discover his or her own answer, do you think?

And when we have a situation of doubt, I propose that we tell someone what we can listen (not a giver of advice). Everyone has treasures of those who not only put their time but are with you with their six senses whenever you need it.

Escuchar y escucharse

CamellitosDesde que vivo en este país tengo muy claro que lo mejor de mi trabajo son mis compañeros. He encontrado una calidad humana increíble. Con estas personas da gusto ir cada día a la oficina. Se están forjando unos vínculos afectivos muy interesantes y aprendemos constantemente los unos de los otros.

A menudo sucede que una persona tiene una duda con un proyecto y se la comenta a un compañero. Cuando expone la cuestión, se escucha a sí misma y obtiene su propia conclusión cuando termina de hablar.Esto ocurría en la Universidad y pasa en todos los despachos de arquitectura. Y en los grupos de trabajo, pertenezcan al sector que sea.

¿A que sabes de qué te hablo? Y sucede lo mismo con situaciones personales. Tienes una duda, no sabes cómo afrontar una situación. O existe un dilema que no consigues cerrar. Se lo cuentas a un amigo o a alguien de tu familia. Aunque tú ya lo habías estudiado mentalmente, no habías compuesto el discurso como lo haces para que esa persona te entienda. Y entonces, tú te escuchas y te das cuenta de que has ordenado tus pensamientos y que ya sabes qué camino elegir.

Normalmente el mejor consejo no es un consejo. Para ayudar a alguien es mejor escucharle. Y hacerle preguntas para que revele –se revele- toda la información o los sentimiento. Si tenemos habilidad (y se consigue con práctica), podremos introducir alguna pregunta clave como “¿tú qué es lo que quieres?” o “¿qué sucedería si…?”

No podemos decidir por el otro pero podemos ayudarle a que descubra su propia decisión. Técnicamente es muy fácil. Basta con olvidarse de uno mismo y centrar toda la atención en la otra persona. Pero hay que realizar un esfuerzo emocional, pues solemos estar enfocados hacia nosotros mismos y a menudo nos cuesta escuchar de verdad al otro.

Dar consejos es fácil, es rápido y nos confiere la falsa sensación de ser superhéroes o superheroínas. Qué grande soy y qué buena amiga, hija o pareja, pues le he dado (¿mi?) solución a esta persona. ¡Y nos permitimos la licencia de decirle que esa es su mejor opción”.

Vamos a proponernos, si te parece, escuchar un poco más y de una manera más activa a las personas a las que queremos. Será la mejor manera de ayudarles. Evitemos los consejos y hagamos preguntas para orientar a nuestro amigo, a nuestro hijo o a nuestro compañero a descubrir su propia respuesta, ¿te parece?

Y cuando tengamos una situación de duda, propongo que le contemos a alguien lo que nos sepa escuchar (no a un regalador de consejos) Todos tenemos cerca algún tesoro de esos que no solo ponen su tiempo sino que están contigo con sus seis sentidos siempre que lo necesitas.