Archivos del mes: 26 abril 2013

About systems

MilímetrosAlmost five months in Doha and I’m used to use the system we work in the office. No major differences with respect to the customs we had in Spain, but I found some of them, eg, use millimeters as units of length. Until now, I had always used the meters and I was not even aware. I remember when my friend Teresa went to live in London and she told me that her office was not working with the International System of Units and had to learn to cast with feet and inches.

Fortunatelly, going from meters to millimeters practically did not change anything. And sometimes I will discuss with my colleagues to use such a small unit in architecture exaggeration to me. With the margin of error we work two millimeters are not going anywhere. I, of course, defend my unit. And one day our boss said that was true, but that the meters are not comfortable because they force you to use decimals. The perfect unit for us would be the centimeter.

One way or another, I got used to speak of lengths in millimeters (almost with everybody) and one day I worked on a project that laddered by our new colleague, who is a Spanish boy. And, surprise … I went back to the meters for a few days! Then I realized I could work comfortably with both units.

This example is simple because the difference of one unit to another is the place which is the comma. But there are different systems that we can use at once. As for example, languages. When we learn a new language, we tend to forget others than we don’t use. I have the good fortune to use English (as best I can) and keep talking in French. I do it with my colleagues, engineers, structures calculators (in French and with units in centimeters). Sometimes I cross or mix both languages, but overall, I’m getting better with each and every one is in place inside my brain.

Learn a method is not to overlook other, but sometimes we let it happen. Relate to some people means one way and communicate with others, to do otherwise. Had you ever thought? And we are perfectly capable of doing well with different systems. For some people it is innate, are perfectly suited to the registration of the other person , adjust their speed, the body language, even … the rhythm of your breathing. Some people bring this skill set. The rest, we can learn. We can calibrate our speaker system and fit ours… establish rapport!

In the books that teach social and communication skills, they explain the keys to suit the other person. Imitate without imitating. If we do well, we will be welcomed without the other’s knowledge.

When someone close is sad and has little energy, you cannot get euphoric, display your strength and say, in a loud voice, «Come on, cheer yourself up. Be happy… Be positive! «. This burst are very violent. Instead, we can approach slowly, adjust the height of the gaze to his, the tone of his voice, body posture and even the rhythm of our breath. In that state, we can join, be with him or her. And when you have created the tune, then, little by little and sooo slowly, begin to pull the thread. Let’s get the degree of energy slowly and notice if he or she follows us. To do well you have to be practical, but all we can and if we put love affair, we can become real good friends of a sad person. Or scared, or angry. Provided, starting with the record or tune system which moves at the time.

I don’t know how I did, I started talking about millimeters and I’m done with rapport issues … I may, right?

What systems do you usually work in your life, your job, with your family…? What makes you feel most comfortable? I refer not only to units of measurement. We all use some tools or other. Were you aware?

Hablando de sistemas

MilímetrosCasi cinco meses en Doha y ya estoy acostumbrada al sistema con el que trabajamos en el despacho. No hay grandes diferencias con respecto a las costumbres que teníamos en España, pero alguna encontré, como por ejemplo, utilizar los milímetros como unidades de longitud. Hasta ahora, siempre había usado el metro y ni tan siquiera era consciente. Recuerdo que cuando mi amiga Teresa se fue a vivir a Londres me contó que en el despacho no trabajaban con el Sistema Internacional de Unidades y tuvo que aprender a proyectar con pies y pulgadas.

Por suerte, pasar de metros a milímetros no cambiaba prácticamente nada. Y a veces llegué a discutir con mis compañeros que utilizar una unidad tan pequeña en arquitectura me resulta exagerado. Con el margen que tenemos de error en obra, dos milímetros no van a ningún sitio. Yo, claro, defiendo mi unidad. Y un día dijo nuestro jefe que eso era verdad, pero que los metros tampoco son cómodos porque te obligan a utilizar decimales. La unidad perfecta para nosotros sería el centímetro.

De un modo u otro, me acostumbré a hablar de longitudes en milímetros (con casi todos) y un día colaboré en un proyecto que dirigía nuestro nuevo compañero, que es español. Y, sorpresa… ¡volví a los metros por unos días! Entonces me di cuenta de que podía trabajar cómodamente con ambas unidades.

Este ejemplo es muy simple porque la diferencia de una unidad a otra es el lugar en el que está la coma. Pero sí hay sistemas diferentes que podemos utilizar a la vez. Por ejemplo, los idiomas. Cuando aprendemos una nueva lengua tendemos a olvidar otras que no utilizamos. Tengo la suerte de utilizar el inglés (como buenamente puedo) y seguir hablando en francés. Lo hago con mis compañeros, los ingenieros que calculan las estructuras. Curiosamente, en francés y con las unidades en centímetros. A veces cruzo ambos idiomas o los mezclo, pero en general, voy mejorando con los dos y cada uno queda en su lugar dentro de mi cerebro.

Aprender un método no implica olvidar otro, aunque a veces permitamos que suceda. Relacionarnos con unas personas significa comunicarnos de una manera y con otras, hacerlo de otra. ¿Te has parado a pensarlo? Y somos perfectamente capaces de hacerlo bien con distintos sistemas. A algunas personas les resulta innato, se adaptan perfectamente al registro de la compañía con la que están, adaptan su velocidad, su lenguaje no verbal, incluso… el ritmo de su respiración. Hay quienes traen esta habilidad de serie. El resto, podemos aprenderla. Calibremos cuál es el sistema de nuestro interlocutor y sintonicemos con él o con ella, ¡establezcamos rapport!

En los libros que enseñan habilidades sociales y técnicas de comunicación, enseñan las claves para adaptarse a la otra persona. Imitar sin imitar. Si lo hacemos bien, seremos bienvenidos sin que el otro sea consciente.

Cuando una persona cercana está triste y tiene poca energía, no puedes llegar eufórico, exhibir tu fuerza y decirle, con voz muy alta, “venga, anímate. Ponte alegre. Sé positivo”. Esta forma de irrumpir resulta muy violenta. En lugar de eso, podernos acercarnos despacio, adaptar la altura de la mirada a la suya; el tono de voz al suyo; la postura corporal e, incluso, el ritmo de nuestra respiración. En ese estado, vamos a acompañarlo, vamos a estar con él o con ella. Y cuando se haya creado la sintonía, entonces, poquito a poquito y muuuuy despacio, comencemos a tirar del hilo. Subamos el grado de energía lentamente y notemos si nos sigue. Para hacerlo bien hay que tener práctica, pero todos somos capaces y si le ponemos amor al asunto, podemos llegar a ser verdaderos buenos compañeros de una persona triste. O asustada, o enojada. Siempre, empezando por sintonizar con el registro o sistema en el que se mueve en ese momento.

No sé cómo lo he hecho, empecé hablando de milímetros y he terminado con cuestiones de rapport… ¿me lo permites, verdad?

¿En qué sistemas sueles trabajar en tu vida, en tu trabajo, con tu familia…? ¿Con cuáles te sientes más cómodo? Y no me refiero solo a unidades de medida. Todos utilizamos unas herramientas u otras. ¿Eras consciente?

¿Océano o pecera?

NemoHoy quiero compartir con vosotros un texto que ha escrito mi amiga Silvia Carbonell. Ella también es Arquitecta de Emociones y nos deja este regalo. Espero que lo disfrutéis. ¡Gracias, Silvia!

El otro día me permití un placer cinematográfico; muchas personas me habían recomendado la película “Buscando a Nemo” pero,… lo reconozco,… siempre me han dado pereza las películas “infantiles” ya que hasta entonces creía que sólo podían cautivar a los más pequeños.

Me dispuse a verla para pasar el rato y como soy una enamorada del fondo marino, nada más ver aparecer las primeras imágenes, comencé a emocionarme y mis expectativas fueron creciendo,… ¿conocéis el efecto Pigmalión? Pues eso fue lo que me pasó…

De forma muy simplificada viene a ser como una profecía autocumplida, si tú esperas o crees que algo vale la pena y estás receptivo para que así sea, es muy posible que te acabe gustando, y hasta entusiasmando,…

Tantas expectativas me fueron generando las imágenes que estaba segura de que la película me iba a aportar muchísimo y que me dejaría muy buen sabor de boca.

Para los que no la conozcáis, trata de un pececillo rebelde y ávido de aventuras y experiencias  sobreprotegido por su padre que vive con el miedo a que le pase algo malo.

Debido a su inconformismo por vivir el miedo de su padre en su propia piel, decide retarlo y acaba capturado por un buzo y obligado a vivir en una pecera.

Su padre emprenderá su búsqueda y el océano le obligará a enfrentarse a mil y un peligros por el amor hacia su hijo para poder verlo de vuelta.

La conclusión más importante que saqué después de su visionado fue que el amor SIEMPRE puede más que el miedo.

Aunque hemos oído esta frase en muchos lugares, no deja de ser cierta.

El amor por algo o alguien siempre será más fuerte que el miedo; el amor es hermano de la perseverancia, cuando de verdad quieres algo, siempre vas a encontrar la manera de hacerlo, y en el viaje, por supuesto, tendrás que desafiar tus miedos, caer, levantarte, fallar, te desanimarás, te dejarás seducir por el pesimismo, la incertidumbre será tu compañera de viaje,… pero si insistes, quizá todo acabe ¡¡en una gran sorpresa!!

La segunda conclusión que saqué, y que tiene que ver mucho con la fe, es que cuando TE DECIDES a hacer algo, lo raro es que sepas por dónde empezar, te encuentras muy perdido, miedoso incluso,… pero la vida es tan mágica que sabe qué hacer y qué personas necesitas en tu camino para que puedas llevarlo a cabo.

No me costó relacionarla con la arquitectura. Yo también soy un pececillo que va en busca de su aventura personal y profesional.

La arquitectura es fascinante pero a la vez asusta. Como el océano.

La arquitectura es casi casi igual, no es algo fácil, hay muchos obstáculos en el camino, muchos condicionantes, demasiadas opciones que elegir, muchas posibilidades a la hora de proyectar, pero si tienes claro qué es lo que quieres conseguir, TU INTENCIÓN… y una firme determinación de ir a por ello (como el padre en busca de “Nemo”) al final llegarás a tu meta.

El océano como la arquitectura, y como la vida es algo tan grande,… tan inabarcable,… tan extenso… todos tienen su lugar en él, cada uno cumpliendo una función, hay cosas malas y hay cosas buenas, muy buenas… hay caballitos de mar , peces de los más variados colores, estrellas de mar, corales… y hay tiburones… pero para conocer lo bueno y poder apreciarlo, has de conocer lo malo… eso es así aunque la mayoría de veces no lo entendamos.

El contraste entre padre-miedoso e hijo-aventurero y entre la pecera y el océano ¡¡me fascinó!! ¡¡¡¡QUE GRAN SÍMIL!!!!

¿Cuántas veces nos da miedo el océano porque no podemos controlarlo? Pero,… ¿sería mejor vivir eternamente en una pecera? ¿Qué elegimos? ¿La seguridad de lo conocido o la sorpresa de la incertidumbre?

En arquitectura pasa lo mismo…  ¿nos arriesgamos o no nos movemos demasiado para evitar el peligro? ¿Pero el peligro de qué?

Quizá la vida sea tan sabia que en ocasiones elije por nosotros…

Nos obliga a enfrentarnos con lo inabarcable para poder crecer cada vez más y nos encierra en situaciones limitantes y angustiosas para que seamos valientes y digamos: ¡¡BASTA!!

El VIVIR de la manera que tú quieres, esa PERSONA que te encanta, esos SUEÑOS que dejaste atrás, ese VIAJE que nunca te atreves a hacer, todas esas cosas buenas que guardas en tu INTERIOR, el ENTUSIASMO perdido, la CONFIANZA de saber que todo es así porque algo mejor te espera, esa ARQUITECTURA que te arroba y que te encantaría experimentar…

Como “Nemo”, seamos rebeldes y saquemos los pies del plato, bueno… más bien de la pecera jajajajajajaja…

 

Architecture and Lavish

majlisI came to this land nearly five months ago. Time has passed quickly and I’ve had the opportunity to meet interesting people and find ways and places.

It seems that what this country’s best-known is the good economy and luxuries enjoyed by those living with the Qataris. And it’s true. They enjoy many privileges and the locals have a high purchasing power. Some of them, very high. This results in the standard of living they have. The cars they drive are opulent and the houses they build, really lavish.

The exteriors of homes, in many cases are simple and austere. The deployment of resources reserved for inside. This is related to their culture. Muslims are people «indoor», make life in the house, which is his kingdom and enjoy family and friends, but preferably intimately.

The villas, the homes of the Qataris, are very large. They consist of several floors and numerous rooms. They usually live in them with many members of the family. If, for example, one of the children gets married, it is customary to stay and live with his wife in one of the floors of the house.

These properties, as well as other less luxurious inhabited by Westerners, have bedrooms for people who work at home. Here is customary to have a maid at home. In many cases, a Philippines woman. They look after children, clean and cook.

In the plots of the villas, in addition to housing and other facilities, they built a majlis. It is an independent space where men gather. They talk, eat and smoke shisha. When there is a celebration, like a wedding, they remain in the Majlis and women, in houses.

These spaces are completely autonomous. They usually have rooms, kitchen, bathrooms and even guest room. I have not been in any, but I hope to have the opportunity someday, Inch’Allah (as they say here). I have seen projects and I was particularly impressed about one of them by the magnificence. It was composed of ground floor and basement. Nearly twelve hundred square meters in total! Several rooms, kitchens and even a theater! I suppose it’s true what a native told to us: Qataris adolescents don’t need to go out to clubs because they already have at home and they just need to call their friends to meet and dance.

My concept of «big house» and «small house» has changed since I live here. I look forward to learn more, see, explore, discover. I would like to meet Qatari girls. I would like to know how they live, how they think, what  their concerns are…

And, when I will know, continue to expose, through new posts, whatever I discover. I cannot imagine what must have been born in a culture where women are protected to levels-for us-unsuspected. Black colour covers their bodies to protect from glances and lustful thoughts. I don’t know how it would have been a teenager without interacting with boys, or have done it in the distance. Here it is not permissible to go out with boys, being a couple without being blessed by previous marriage. People don’t talk about sex. They don’t drink alcohol.

Moreover, I don’t imagine what would live in abundance, having access to all that money can buy. Many Qataris study in the best universities in Europe or America and have easier access to a good job or start their own business. Other, perhaps less interest in training, have entered administration jobs.

I find it hard to imagine a life. I think for a western like me, the most surprising is the distance between men and women. Now I’m getting used to, but at first I found it weird to say goodbye to my friends (Muslims) without giving two kisses. I cannot imagine life without hugs from Spain friends. Even, my cousins.

So I wish to make new Qatari friends. To find out how they are and how their lives have passed. For now, I know what their houses. At least, through the projects I see.

I will continue to explaining you.

Arquitectura y fastos

majlisHace casi cinco meses que llegué a esta tierra. El tiempo ha transcurrido rápido y ya he tenido la oportunidad de conocer personas muy interesantes y descubrir costumbres y lugares.

Parece que lo que más conocido de este país es la buena economía de la que disfrutan y los lujos con los que viven los qataríes. Y es cierto. Gozan de muchos privilegios y los lugareños tienen un poder adquisitivo alto. Algunos de ellos, muy alto. Esto se traduce en el nivel de vida de que disponen. Los coches que conducen son opulentos y las casas que construyen, realmente fastuosas.

Los exteriores de las viviendas, en muchos casos son sencillos y austeros. El despliegue de medios se reserva para el interior. Esto está relacionado con su cultura. Los musulmanes son personas “de interior”, hacen la vida dentro de la casa, que es su reino y disfrutan de la familia y de los amigos, pero preferentemente, de manera íntima.

Las villas, las viviendas de los qataríes, son muy grandes. Están formadas por varias plantas y numerosas estancias. Suelen vivir en ellas muchos miembros de la familia. Si, por ejemplo, uno de los hijos se casa, es habitual que se quede a vivir con su esposa en una de las plantas de la casa.

Estas viviendas, y también otras menos lujosas habitadas por occidentales, disponen de dormitorios para las personas que trabajan en el hogar. Aquí es habitual tener una maid en casa. En muchos casos, es una mujer de origen filipino. Cuidan los niños, limpian y cocinan.

En las parcelas de las villas, además de la vivienda y otras instalaciones, se construye el majlis. Es un espacio independiente donde los hombres se reúnen. Hablan, comen y fuman shisha. Cuando hay una celebración, como una boda, ellos permanecen en el majlis y ellas, en la casa.

Estos espacios son completamente autónomos. Suelen tener salones, cocina, baños e, incluso, habitación de invitados. No he estado dentro de ninguno, aunque espero tener la oportunidad algún día, inch’Allah (como dicen aquí). Si he visto proyectos y uno de ellos me ha impresionado especialmente por la suntuosidad. Estaba compuesto por planta baja y sótano. ¡Casi mil dos cientos metros cuadrados en total! Varios salones, cocinas e, incluso, ¡una sala de teatro! Supongo que será cierto aquello que nos dijo un nativo, que las adolescentes qataríes no necesitan salir a discotecas porque ya las tienen en casa y les basta con llamar a sus amigas para poder reunirse y bailar. No termino de acostumbrarme a escuchar este tipo de derroches.

Mi concepto de “casa grande” y “casa pequeña” ha cambiado desde que vivo aquí. Estoy deseando conocer más, ver, descubrir, explorar. Me gustaría conocer chicas qataríes. Que me cuenten cómo viven, cómo piensan, cuáles son sus inquietudes.

Y, cuando las conozca, seguir exponiendo, mediante nuevas entradas, lo que descubra. Me cuesta imaginar lo que debe ser haber nacido en una cultura donde la mujer está protegida hasta límites –para nosotros- insospechados. Cubren su cuerpo de negro para preservarlo de miradas y pensamientos libidinosos. No sé cómo habría sido una adolescencia sin relacionarme con chicos, o haberlo hecho en la distancia. Aquí no es lícito salir con chicos, ser pareja sin haberse bendecido mediante matrimonio previamente. No se habla de sexo. No se bebe alcohol.

Por otra parte, tampoco imagino lo que sería vivir en la abundancia, tener acceso a todo lo que el dinero pueda pagar. Muchos qataríes estudian en las mejores universidades de Europa o América y tienen facilidades para acceder a un buen empleo o a crear su propia empresa. Otros, quizá con menos interés en la formación, han entrado en puestos de la administración.

Me cuesta mucho imaginar cómo sería una vida así. Creo que para los ojos de una occidental como yo, lo que más sorprende es la distancia entre hombres y mujeres. Ahora me voy acostumbrando, pero al principio me resultaba raro despedirme de mis amigos (musulmanes) sin darles dos besos. No me imagino la vida de España sin los abrazos de mis amigos chicos. Incluso, de mis primos.

Por eso me gustaría conocer amigas qataríes. Para saber cómo son y cómo han transcurrido sus vidas. De momento, voy conociendo cómo son sus casas. Al menos, a través de los proyectos que veo.

Te seguiré contando.

Arquitectitis y otras enfermedades

chistes-de-arquitectura-diseñoHubo una época de mi vida en que mis relaciones sociales se ceñían a arquitectos y estudiantes de arquitectura. Yo estudiaba en la Escuela, mis compañeras de piso eran futuras arquitectas y solía quedar con compañeros de la Universidad. Vamos, estaba rodeada y mi vida, a excepción de mis padres y mi hermano, a los que veía los fines de semana, se limitaba -¿o expandía?- a compañeros de esta confesión.

Recuerdo que teníamos nuestra propia jerga, contábamos chistes de arquitectura y vivíamos con nuestro particular mapa de la realidad. Eso sí, nos entendíamos y comprendíamos a la perfección. Todos con el mismo lenguaje.

Cuando amplié mi mundo me costó adaptarme. A veces se me olvidaba que había personas que no se dedicaban ni directa ni indirectamente a la construcción o el diseño. Creo que lo conseguí. Y me desvinculé, en mi vida personal, de mi profesión. Llegó un punto en que no me sentía del todo cómoda con los “friquis” que solo sabían hablar de proyectos y que utilizaban un vocabulario que en otro momento había sido el mío.

Pasó el tiempo y, sin darme cuenta, fui entrando en otro mundo, vamos a llamarle en el «de las emociones”. Me sentía muy atraída por el crecimiento personal y por la psicología positiva. Llegó un punto en que mis amigos tenían las mismas inquietudes. La mayoría de mis lecturas eran de ese tipo. Mi tiempo libre lo dedicaba a formarme, a mi asociación y al voluntariado. Y mis conversaciones… ya podéis imaginar por dónde iban. Algunas personas que no sentían esa atracción por las áreas de la inteligencia emocional me decían que eso era lo que a mí me gustaba y que no podía pretender que ellos también tuvieran ese entusiasmo. Que tenían otras actividades y otros pensamientos a los que dedicar su tiempo y su energía. Yo no me lo creía. Pensaba que eso no era “mi mundo”, como ellos lo llamaban, sino “el mundo”. Estaba convencida de que no era la forma que yo tenía de leer la realidad, sino que era la realidad en sí misma. Que todos seríamos más felices si nos formáramos y viviéramos apasionadamente en temas de psicología.

Te voy a confesar algo: todavía lo pienso. No estoy curada. Lo que pasa es que he salido a la calle y ahora que estoy fuera, mucha gente me dice que me limito a un solo registro (por no decirme que soy una cansina). Me ha costado mucho reconocerlo. Y creo que tienen razón. Pero curada, la verdad, es que no estoy. Sigo pensando que estos temas no son para las personas que se sientan atraídas por la psicología, sino para todos. O, al menos, para todos los que deseen ser felices.

Es posible que no me cure nunca. Pero voy a utilizar mi enfermedad para aparentar ser una persona sana. Ahora que soy consciente de esta “patología”, voy a fijarme en los temas de las conversaciones de otras personas. A ver qué inquietudes tienen, en qué piensan… Y empatizaré con ellos. Mi objetivo será que no se note que tengo objetivos. Trabajaré cada día para mostrar ser una persona que no trabaja su desarrollo personal. Observaré de qué manera no se observa el comportamiento humano. Analizaré cómo no analizar las situaciones y sintonizaré una conducta donde sin sintonía. ¡A ver qué pasa! Voy a mezclarme con “los otros”. Os iré contando.

¿Y tú? ¿Tienes alguna enfermedad de esas que te hacen enfocarte siempre en las mismas áreas? Si la padeces, no creo que seas consciente porque no darse cuenta es uno de los síntomas. Otro es que algunas personas (que no padecen la misma enfermedad, aunque quizá sí otras) te lo recuerdan de vez en cuando. ¿Conoces a alguien que siempre habla de su profesión o de alguna afición que tiene? ¿Tu pareja o algún familiar cercano? ¿Frecuentas círculos donde todos están afectados de alguna de esas patologías? Y por último, ¿qué tal lo llevas?

La ciudad que habito

20121218_133109Hace poco más de cuatro meses que llegué a Doha y creo que ya me estoy acostumbrando a esta ciudad. A sus ritmos, a su imagen, a la forma de vivirla. Comienza a resultarme natural conducir por sus calles, salir a correr por sus parques, habitar sus edificios y perderme observándola.

El paisaje, constituido por vías anchas, con varios carriles y edificaciones de poca altura, forma ya parte de mi vida. Como lo hicieron en su día las calles de Valencia. Sus avenidas definidas por bloques de edificios a ambos lados, formando manzanas; la trama reticular; las fachadas que definen esas manzanas… Personas caminando, locales comerciales en las plantas bajas… Prisas, humo de coches, carril bici. Grupos de gente en las paradas de autobús y encuentros casuales. Una ciudad suficientemente grande como para pasar desapercibido y lo bastante pequeña como para cruzarte con alguien.

También me habitué a la imagen de Vilamarxant, el pueblo donde he vivido los últimos años. Calles estrechas, definidas por viviendas a las que se accede directamente desde el vial y en  las que casas están pegadas unas a otras (viviendas entre medianeras, como las llamamos nosotros). Y gentes en las calles. Son los vecinos, “el pueblo” y todos se conocen entre sí. Poca privacidad. Para lo bueno y para lo malo.

Aquí las fachadas no vuelcan a la calle, sino que las casas están bordeadas por un perímetro sin edificar y una valla alta, opaca. Incluso las puertas de acceso a la parcela están totalmente protegidas de las vistas. Y es que los árabes tienen una cultura donde se cuida mucho la intimidad. Y en Qatar cada familia hace de su vivienda su reino. Son hospitalarios, te acogen y te hacen formar parte de su reino. Pero si estás fuera, guardarán su privacidad con celo.

Las calles no son lugares de encuentro, como ya os he contado otras veces. Son un sistema de circulación y la comunicación se lleva a cabo con coches. Para pasear están los centros comerciales y los zocos. Muy artificiales los primeros y más bucólicos los segundos. La ciudad es tan pequeña que se convierte en habitual encontrarte con alguien cuando sales, por ejemplo, al zoco.

Y en esos espacios públicos también te das cuenta de que los qatarís son personas amables, sonrientes y tranquilas. A los foráneos nos hacen sentirnos cómodos y notas que formas parte del paisaje, que eres un poco “de aquí”. Mantienen sus costumbres, sus hábitos y sus tradiciones y a la vez entienden que nosotros tengamos las nuestras. También tengo la sensación de que no nos juzgan. Su vida está muy reglada por los preceptos de su religión, en la que tienen una fe absoluta. Pero a la vez saben que hay otras religiones y otras costumbres y ellos les dan la bienvenida y nos acogen con simpatía.

Así que me estoy habituando a estos paisajes, a estos contextos. Dime, ¿cómo es el tuyo? ¿Cómo se desarrolla el espacio público que habitas? ¿Edificios altos, casas pequeñas? ¿Qué personas caminan por sus calles? ¿Qué atmósfera se percibe? Y, sea cual sea, ¡acuérdate de disfrutarla!