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MANIFIESTO DE UNA ARQUITECTA

Mi amigo Raúl me acaba de enviar un correo. Un cliente les ha pedido presupuesto. Tiene una parcela y pretende construir una vivienda. Ha contactado con ellos porque son una empresa de construcción y realizan la parte técnica como aparejadores. Como otras veces, yo calculo los honorarios de redacción del proyecto y la dirección de obra.

Hasta aquí, todo normal. Lo que me ha irritado es la última frase del mail y la copio textualmente: “El promotor nos ha comentado que va a precio, así que a darle el mejor precio que podamos”.

Yo le he sacado una hoja con mis honorarios, con lo que incluyen y con determinadas cláusulas. Junto a este presupuesto le envío una carta y le pido que se la de al cliente. Sí, que le entregue el presupuesto de la construcción, del arquitecto, del aparejador y el siguiente texto:

Estimado promotor:

Aquí tiene los honorarios que ha solicitado para construir su vivienda. Como su objetivo es encontrar los más económicos, siga buscando, seguro que encuentra a alguien que lo hace más barato. Seguro. Ahora bien, ¿no le interesaría tener una vivienda BIEN construida? ¿No le apetece disponer de un proyecto bien trabajado, en el que se tengan en cuenta todos los parámetros de su caso en lugar de copiar los planos de otro proyecto con condiciones totalmente diferentes a las suyas?

Si yo cobro lo que cobro por realizar mi trabajo es porque tengo unos conocimientos, una experiencia y porque voy a dedicarle una cantidad de tiempo. ¿Sabe que puedo hacerlo en menos tiempo? Sí, será más rápido no tener en cuenta el diseño de la estructura desde el inicio. De este modo los pilares, las vigas, los huecos de la escalera y demás elementos estarán donde estén y finalmente eso repercutirá en la cantidad de  acero que lleve su estructura y en el trabajo de los encofradores, querido promotor. Entenderá ahora que ahorrar un poco de dinero en el trabajo de un técnico repercutirá económicamente en los trabajos de la obra.

Como se suele decir, lo barato… Pero no sólo durante el transcurso de la ejecución. Una vez concluida, la vivienda gasta energía, ¿le da lo mismo consumir más o menos electricidad a lo largo de toda una vida? Pues esto depende de dos factores: del proyecto y de la construcción. Hace años que dirijo obras construidas por la empresa que le ofrece este proyecto y le aseguro que lo hace bien, no sólo lo que se ve porque…  hay muchos elementos en la obra que no se ven. He encontrado ventanas con problemas de condensaciones a los pocos meses de estar instaladas. Morteros de mala calidad. Instalaciones deficientes. Goteras. ¿Sabe lo que cuesta reparar un defecto en la impermeabilización de la cubierta una vez que la vivienda está concluida y la empresa ha desaparecido? Le aseguro que mucho más que hacerla bien desde el principio.

Y todo esto, sin tener en cuenta la parte estética, la que sí se ve. ¿Le da lo mismo tener los azulejos bien o mal colocados? ¿Le importa tener defectos en los marcos de sus puertas? ¿Y los sanitarios mal conectados a la red de fontanería? Y así podría seguir con ejemplos y más ejemplos.

¿Y la figura del aparejador o arquitecto técnico? A veces está muy poco valorada. Algunos clientes ni siquiera entienden por qué hacen falta. Pues yo lo explicaré: supervisan cada paso que se da en la obra. Controlan desde cada armadura de la estructura hasta la calidad de cada ladrillo. Así es. Y además, son los coordinadores de seguridad y salud. ¿Sabe que si sucede algo en el transcurso de las obras, además de los daños emocionales que le pueda causar, es corresponsable como promotor y, por tanto, agente participante? ¿Y sabe por qué no suceden más desgracias? ¿Por casualidad, con todos los riesgos que conlleva la obra? Pues no, no es por casualidad, es porque un técnico minimiza esos peligros.

Antes de despedirme, una última pregunta. ¿Cómo elige uested a su dentista o a su cirujano? ¿También por precio?

Atentamente,

MªÁngeles Rivera Corbalán

Arquitecta colegiada 10.586 por el Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana.

Aquí terminaba la carta, pero yo sigo escribiendo.

¿Y nosotros, arquitectos, qué estamos haciendo? Ante la desesperación causada por este entorno hostil estamos compitiendo entre nosotros, hemos entrado en una batalla de precios. ¡Vergüenza me da a veces lo que sucede ante mis ojos!  ¿Dónde está el corporativismo? ¿Acaso no somos compañeros? ¿Acaso no estamos todos en el mismo barco? ¿Cuándo vamos a empezar a remar al unísono en lugar de ponernos zancadillas entre nosotros? ¡Basta ya! Empecemos a valorarnos, a darle a esta profesión el prestigio que se merece. ¡Somos profesionales!

A mis lectores habituales, gracias por haber leído esta entrada. Tiene un tono diferente a las que estáis acostumbrados, pero me he sentido con la necesidad de exteriorizar estas inquietudes y he aprovechado el blog como medio para difundirlo. Eso sí, el próximo domingo retomamos la Arquitectura y las Emociones con ese tono amble que intento utilizar para despedir -o iniciar- la semana.