Archivos del mes: 25 diciembre 2011

El hogar de la Navidad

Después de mucho reflexionar si hoy escribía o no sobre la Navidad, he decidido que sí. Hoy vamos a pensar un poquito en los espacios en que se celebra habitualmente la Navidad, los hogares. Antes de repasar caminos que ya hemos recorrido, como el significado del hogar o la casa de la familia y cómo aplicarlo a las fechas que vivimos, voy a contarte que nunca me ha gustado especialmente la Navidad. No sé por qué y eso que me lo he planteado en muchas ocasiones. Los detractores normalmente tienen unos argumentos claros. Algunos la ven como unas fechas consumistas. Otros las viven como un momento particularmente doloroso por no tener cerca a seres queridos con quienes han compartido otras navidades. Cuando me preguntan la causa no sé muy bien qué contestar. ¿Te ha pasado esto en alguna ocasión? ¿Hay algo que no te agrade pero que no sepas por qué? Unas veces explico que la gente está demasiado contenta en estas fechas pero no tiene ningún sentido que yo diga esto, soy militante de la psicología positiva y algo que deseo es la alegría universal.

En una ocasión opté por la huida. Hice un viaje de dos semanas a Marruecos. Y como allí Jesús es un profeta menor, pues no habría tenido demasiado sentido hacer grandes celebraciones. Es más, la mayoría de personas con quienes compartí aquella aventura querían, por una u otra razón evitar estas fechas y lo que conllevan. Para nosotros, 24 y 25 de diciembre fueron dos días más de un estupendo viaje.

Hace unos años me paré a pensar y tuve una seria conversación conmigo misma. Me expuse los hechos: en Navidad la gente se reúne, es un buen momento para compartir con la familia, para reencontrarse con los seres queridos. Los amigos te llaman, te escriben, te felicitan. Nos hacemos regalos, pensamos en los demás. Los niños adquieren protagonismo. Se habla de la “magia de la Navidad”. Si bien es cierto que a una parte de mí le han llegado incluso a desagradar los villancicos, las luces, las aglomeraciones, los regalos porque hay que hacerlos, etc., motivos hay de sobra para cambiar de actitud.

Sí… estas fechas son una excusa perfecta para dar más abrazos, para compartir cafés, para ir a cenas y, por supuesto, para reunirse con la familia en los días destacados. Si las personas se desean as sí mismas y a los demás felicidad, ¿cómo no ser defensora de la Navidad? Pues bien, después de negociar conmigo misma decidí reconciliarme con esta celebración. Y así llevo varios años.

Y hecha esta aclaración te preguntaré, como era previsible, ¿dónde has celebrado la Navidad? ¿Cómo habéis vestido el hogar? ¿Notabas la calidez, la alegría, los aromas, el entusiasmo… en fin… la magia de la navidad impregnada en las paredes de tu casa o de la casa de tu familia? ¿Has sido anfitrión o anfitriona? Si es así, ¿cómo has vestido tu hogar? ¿Cómo lo has adornado? ¿Qué vivencias le has sumado este año? Y si has ido a la casa de otras personas, como ha sido mi caso, ¿cómo lo has vivido? En casa de mi tía, además de vestir su casa con árbol, lazos y espumillón por doquier, ha habido amor, alegría, entusiasmo, sonrisas, regalos y cariño.

Así que, amigo, te deseo que disfrutes de estas fiestas. Y si no eres de los más amantes de la Navidad… ¡feliz reconciliación con ella!

Abrumada

A menudo vivimos o visitamos espacios que de algún modo nos llaman la atención o apelan de alguna manera a nuestros sentidos. Esto es habitual. Hay veces que un lugar nos grita, nos cautiva y nos ofrece una cantidad ingente de sensaciones. ¿Alguna vez te has sentido abrumado en algún espacio? A mí me ha pasado unas cuantas veces, por ejemplo, cuando visité La Alhambra de Granada. No podía dejar de maravillarme, cada uno de sus espacios, cada rincón de sus jardines me seducía de tal manera que no tenía palabras para expresarlo. ¿Cuándo te has sentido así?

Esta situación no sólo la vivios, obviamente, por visitar una obra de arquitectura. Hay situaciones que nos llegan a abrumar. Ayer viví un torrente de emociones encadenadas. Seguro que tú también te has visto en esta situación: una conjunto de acontecimientos que detonan tantas emociones que te sientes apabullado.

Empecé el día con un taller de programación neurolingüística, como el tercer sábado de cada mes. Fue muy intenso a nivel intelectual y lo fue especialmente, a nivel emocional, pues hicimos una práctica donde trabajamos las emociones en situaciones de dificultad y trabajamos para hacer frente a esos momentos de conflicto.

Después comí con cinco amigos y futuros socios. Se mezcló la ilusión por un proyecto en común, las inquietudes compartidas y el afecto que nos profesamos. Fue mucho más que compartir una mesa. ¿Te ha pasado alguna vez que un acontecimiento es mucho más de lo que es? A veces algo tan mundano como una conversación con alguien o una comida esconde una emocionalidad muy intensa.

Seguidamente asistí a un vino de honor y una cena en Vilamarxant. La organizaba la Asociación de Comerciantes y Profesionales de la cual he ostentado el cargo de presidenta durante dos años. Anoche se cerró para mí un ciclo. No soy la misma persona que entró en la junta hace más de tres años. En este escenario he vivido muchas situaciones. He tenido alegrías pero también he tenido muchos momentos de sufrimiento. Tratar con personas, liderar un equipo, enfrentarme a ciertas situaciones… ¡he aprendido tanto! Ahora me doy cuenta de que esas situaciones no eran motivo para pasarlo tan mal. Más bien era mi manera de enfrentarme a ellas. En el proceso he desarrollado la asertividad, he mejorado la imagen que tengo de mí misma y he aprendido a gestionar un poquito mejor las emociones. A menudo son las situaciones más intensas las que nos hacen crecer. Piensa en alguna etapa de tu vida en que te hayas desarrollado mucho como persona, momentos en que hayas aprendido ciertas aptitudes… ¿lo pasaste mal en el camino?

Al vino de honor estaba invitado todo el pueblo. A la cena, los comerciantes, acompañantes y representantes de las asociaciones y entidades del pueblo. El contexto fue exquisito. La cena, con un formato de catering, fue perfecta. Durante el brindis di un pequeño discurso de despedida. A pesar de que en las últimas semanas quería irme desesperadamente, me emocioné. Luego habló el nuevo presidente. El cambio se produjo de la mejor de las maneras. La celebración de anoche supuso el cierre de una etapa. Esos momentos simbólicos tienen mucha carga emocional. Piensa en alguna vez que hayas acabado un ciclo. Puede ser con un viaje, devolviendo unas llaves, firmando un documento… son momentos muy cargados.

Pues bien, la vida nos ofrece habitualmente momentos tranquilos y, de vez en cuando, nos regala tanta emoción junta que casi nos abruma. Creo que lo mejor es aprender a saborear todos los casos: los de la agradable rutina y los torrentes emocionales… ¡disfrutémoslos!

Eespacio versátil

Hace unos días estuve en un encuentro de networking organizado por Evap, la Asociación de Empresarias y Profesionales de Valencia a la que pertenezco. Siempre organizan actividades interesantes y con cierta periodicidad tenemos una comida o un desayuno para intercambiar información profesional entre nosotras. La novedad, en esta ocasión, fue el emplazamiento. En lugar de celebrarla en un restaurante o en una cafetería como en las ediciones anteriores, organizamos un catering en las propias oficinas de evap.

El lugar se acicaló especialmente para la ocasión. Cuando llegué casi no lo reconocía, de una manera natural se habían movido las mesas junto a la pared y se había conseguido un espacio central en el cual se desarrolló la reunión de lo más agradable. ¡Qué espacio tan versátil! ¡Qué bien se había adaptado! ¿Somos capaces de transformar ocasionalmente los espacios de nuestra casa o de nuestro lugar de trabajo? Es más, ¿somos capaces de adaptarnos nosotros mismos a cada situación sin perder nuestra propia esencia?

Piensa en alguna ocasión en que hayas vivido la transformación temporal de un lugar. Yo recuerdo algún garaje vestido de comedor, o de local de ensayos. Los garajes son espacios muy socorridos. Mi habitación en la casa que tenía mi abuela en San Martín acababa siendo lugar de reuniones de mis tías y a veces se convertía, incluso, en una peluquería o en un centro de estética. Y hablando de centros de estética, una vez dormí en uno, porque en casa de mi tía éramos muchos aquel fin de semana y a mí me tocó allí, en la camilla. También hubo un verano que nadie podía usar el comedor de mi casa de Henarejos porque lo convertí en oficina y estaba totalmente invadido por un ordenador (de los de antes, con pantalla grande), dos impresoras y montones de planos. ¿Cuándo has vivido tú el cambio puntual de uso de un espacio? Te animo a que nos lo cuentes, estoy segura de que ha habido situaciones de lo más creativas.

Y sí, se pueden adaptar perfectamente a esos usos para los que no fueron diseñados. De la misma manera, podemos nosotros acomodarnos a situaciones poco comunes. Casi siempre que asisto a una boda hay alguna persona quejándose del protocolo, diciendo que se siente disfrazada e incómoda por vestirse así. Yo pienso que la vida nos ofrece ocasiones de lo más diversas. Tenemos un día a día, una rutina y de vez en cuando, alguna excusa social nos obliga a cambiar algún aspecto. En realidad seguimos siendo nosotros mismos. El despacho de evap seguía siendo el despacho de evap, simplemente se había adaptado para acoger un encuentro.

Y además de adaptarnos por fuera a ciertos convencionalismos sociales, continuamente nos encontramos ante distintas situaciones y diferentes personas, ¿nos adecuamos a ellas? ¿Cómo andamos de inteligencia social? Si somos capaces de calibrar el estado emocional de las personas con las que nos encontramos, de reconocerlo, y de adaptarnos a él, conseguiremos tener relaciones de calidad. Cuando hablas con alguien, ¿tienes en cuenta –consciente o inconscientemente- la postura de su cuerpo, el tono de su voz, los gestos que hace, la dirección de su mirada, etc.? ¿Y te adaptas a ello?

Si aprendemos a captar la actitud, los gestos, la posición corporal… de la otra persona y a adaptarnos a ella conseguiremos crear rapport, sintonía y lograremos, de esta manera, relaciones de éxito, con todo lo que esto conlleva. Es fácil de conseguir, no obstante, requiere mucha práctica y entrenamiento. Si todavía no lo haces, te animo a ello. No significa “perder la personalidad”, simplemente es adaptarse a cada situación.

Así que, mientras vamos mejorando nuestra técnica del rapport, puedes ir contándonos de qué manera has vivido un espacio con un uso para el que no había sido proyectado.

El aroma de la arquitectura

Dicen que cada casa tiene un olor y también dicen que todo el mundo se da cuenta de él excepto el propietario. Veamos si es cierto… ¿a qué huele tu casa? ¿Quizá a nada? Ahora piensa a otro hogar que hayas visitado recientemente… ¿a qué olía?

En arquitectura a menudo se habla de las texturas. Algunas veces, de la sonoridad. Y, por supuesto, constantemente, de su imagen, de su aspecto visual. En realidad percibimos los espacios arquitectónicos por los cinco sentidos. ¿Has sido consciente alguna vez de sus aromas?

El pasado viernes estuve en el Paraninfo de la UJI, en Castellón. Olía a madera, era un aroma envolvente y seductor. El edificio tenía dos años de vida y entre otros materiales que lo componían, la madera era uno de los protagonistas. ¿Y qué provoca, qué le confiere? Pues un efecto visual evidente, una sensación térmica y, además, un olor característico.

Cuando se acabó mi casa de Henarejos, podías sentir la fragancia de la madera recién pulida durante los primeros años. Las puertas castellanas no sólo eran un elemento de comunicación entre estancias. Tengo el recuerdo muy nítido de una rutina que consistía en llegar al pueblo, normalmente era en viernes por la tarde. Al bajar del coche el frío te golpeaba la cara y entrábamos deprisa en casa por la puerta de la cocina. Era en ese preciso instante cuando el aroma de la vivienda te envolvía y te daba la bienvenida. Era todo un anclaje. Hoy por hoy no sé si huele a algo, a mí me parece que no. No obstante, puede ser que no lo detecte al igual que no detecto mi propio aroma.

Del mismo modo que los olores de las personas nos agradan más o menos, los de las viviendas nos influyen de un modo parecido. Los hay que nos resultan placenteros o familiares y otros que no lo son en absoluto. Según los psicólogos, el olfato es un sentido que trabaja mucho de una manera inconsciente. A partir de ahora nos podemos proponer olfatear las casas y los edificios que visitemos. Pongamos más atención a los aromas y, así, desarrollaremos más este sentido y las sensaciones que nos evoca.

Y no sólo huelen los edificios concluidos. Las obras también tienen un aroma muy particular. A mí me encanta, es una mezcla de cemento y humedad. Polvo, arena y yeso. Cada vez que tengo una visita de obra disfruto, entre otros motivos, por el olor que desprende. Hace tiempo que llegué a una conclusión, encontré una posible respuesta a por qué me atrae tanto este olor, más allá de mi vocación como arquitecta: cuando yo era pequeña, mi padre volvía de trabajar, cansado, y traía impregnado en su cuerpo y en su ropa un olor a cemento fresco y a ladrillo.

Qué importantes son las fragancias y cuánto nos dicen. ¿De qué manera podemos trabajar con ellos en la arquitectura y en el diseño de espacios? Como ya hemos visto, utilizando materiales con mucha esencia, como la madera. En patios y jardines podemos trabajar con plantas, flores y arbolado. Y, el factor más importante: el olor de nuestras vivencias. Al igual que una persona, aunque no se aplique perfume, tendrá un aroma, lo mismo le sucederá a tu casa o a tu lugar de trabajo. ¿A qué queremos que huela? ¿A incienso, a flores, a ambientador? ¿Simplemente, a limpio? ¿A paz, armonía y equilibrio? ¿A alegría y buenos momentos?

A partir de ahora, tomemos conciencia de los aromas de los espacios: de los nuestros y de los ajenos. Aprendamos a disfrutas de ellos y también a escucharlos. Pueden contarnos mucho…