Patios y verano

Mi patioHoy, por primera vez, he disfrutado del patio de mi casa. Para mí es la gran joya de esta villa y, desde el día 1 de julio que llegué, he estado esperando a que nos despidiera este bochornoso calor para salir a cenar, a tomar un té o a escribir.

Es curioso, el patio en de mi casa de Henarejos, en el que tan buenos momentos he pasado, sólo se puede utilizar en verano. Unos tres meses al año, porque la Serranía de Cuenca es fresca. Es más, según dice mi madre, sólo hay dos estaciones: verano e invierno. Aquí más bien tenemos infierno y verano. Y el segundo está comenzando ahora, a finales de septiembre. Aunque las temperaturas no bajan a menos de treinta grados por la noche, los últimos días sopla una suave brisa.

Y yo no puedo más que dar gracias por esta agradable sensación. Por estar en un lugar exterior sin hacer más que eso: estar. No exageraban quienes me avisaron de que este país era caluroso. Me parece mentira no escuchar el ruido del aire acondicionado. En casa, en la oficina, en el coche o en los centros comerciales. Esos eran los lugares permitidos. Y muchas veces hemos pasado frío. Bueno, yo no porque soy muy calurosa. Pero la mayoría de la gente suele llevar chaquetas en los lugares de ocio o de trabajo. Sí. Pasan frío porque el aire acondicionado suele estar exageradamente alto.

También te acostumbras a dormir con ese chorro de aire artificial. Imposible sería hacerlo de otro modo. Aunque los últimos días no lo he tenido conectado durante toda la noche. Algo que ahora me parece un placer. Sin el ruido y sin la sensación de estar dentro de una burbuja.

Pues bien, mientras tecleo estas palabras, la suave brisa que os he mencionado acaricia mi piel. Y no sólo eso, también juega con un carillón que tenemos colgado y lo hace sonar, le saca un armonioso tintineo. Si levanto la cabeza de mi pantalla, las plantas y flores del patio alivian mi melancolía por la naturaleza y si la elevo más, el minarete de la mezquita vecina se erige orgulloso recordándome dónde estoy.

Me resulta cómodo vestir con pantalón corto y camiseta de tirantes. Vivo en un país musulmán y esta indumentaria sólo la puedo llevar en casa. Y ahora, que el tiempo me lo permite, también fuera: en el patio.

Termina la estación y me doy cuenta de que estos meses han sido duros debido al clima, al encierro obligado, al aire acondicionado y a ese letargo en el que el bochorno nos ha sumido a muchos. Y ahora que comienza una nueva etapa vuelvo a nacer. A sentirme activa, con energía. Con ganas de seguir disfrutando de esta ciudad, de este país. Del verano que comienza para nosotros y que durará hasta el próximo infierno. Y me siento afortunada por vivir en una casa con patio. O con patios, el nuestro y el comunitario, con la piscina. Sólo me he bañado dos veces y fue muy desagradable. El agua estaba tan caliente que quemaba la piel.

Así que Qatar nos recompensa con unas suaves temperaturas el haber sobrevivido a las extremas. Playas, piscinas, patios y terrazas (como las del Souq Waqif) vuelven a estar ahí, para el disfrute de residentes y turistas.

¡Y yo no pienso perdérmelo!

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